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631"oE blanco de sus tiros y hasta lo habian delatado á la Santa Inquisición. Después de su muerte, por aquello de á moro muerto gran lanzada, los émulos del Venerable capuchino se envalentonarón más y descargaron toda su saña sobre él, cual si qui- sieran manchar su limpia fama y oscurecer el bri- llo de su gloria. Publicar su vida era constituirse en defensor de Fr. Diego perseguido, y hacerse blanco de to- dos los tiros dirigidos contra él; y el P. Alcober tal vez no tuvo valor para tanto. Se necesitaba ser mártir y él se contentó con ser confesor; si hubie- ra sido el P, González!..... ¡Ah! éste se ciñe la co- rona y se eleva con su dirigido á la cumbre de la santidad. El alma del P. González se habia unido á la del Beato Diego, como la de Jonatás á-la de David; no así la del Sr. Alcober, que á pesar de ser un varón justo, y un buen director para otras almas, fué para el Beato Diego un director defec- tuoso, según vamos á probar para enseñanza de los venideros. IV, SUS DEFICIENCIAS COMO DIRECTOR Un año justo llevaba el P. Alcober dirigiendo al B. Diego, cuando este humildísimo religioso co- noció muy á costa suya que no hallaba én él lo que había perdido conla muerte del P. González, según se colige de la siguiente carta, cuyo autógrafo está en nuestro poder.

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