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— 666 — narias, que son como la flor y nata de la humanidad re dimida con la sangre preciosísima del Hombre-Dios; al- mas que aparecen á nuestros ojos cómo troteos gloriosísi- mos de la Redención, como triuntos singulares de Cristo, como conquistas especiales de la gracia que El nos mere- ció con su sangre divina. Hablar, pues, de un santo, publicar sus virtudes, ó sa- car á relucir sus obras, es no sólo afirmar la existencia de lo sobrenatural, sino entonar un himno á Jesucristo, San- to de los santos y fuente de toda santidad, de la cual: to- maron la suya tanto nuestro Beato Diego de Cádiz, como su preclaro director, el V. P. Francisco Javier González. Al publicar y anotar la correspondencia de estos dos siervos «le Dios, me propuse en primer término, glorificar á Cristo en ellos, afirmando la existencia de lo sobrenatu- ra! y divino, lo cual viene á ser hoy una protesta enérgica contra el bárbaro naturalismo, la moderna impiedad y los atropellos que turbas farisáicas y clerófobas están come- tiendo contra el cuerpo místico de Cristo, en el momento que estas notas se escriben. Y dado al corazón este des- ahogo, veamos la contestación que da el Beato Diego á la carta precedente, en la última que escribió á su P. espi- ritual.

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