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NOTAS Las personas nombradas en esta carta son todas co- nocidas ya de los lectores; lo que ellos tal vez no sepan es el aprecio y el gran concepto que merecia al Beate Die- go la enfermita mencionada. Esta era una de las almas santas y privilegiadas que por entonces vivían en la tie- rra, y de ella escribe el B. Diego á su segundo director estas palabras notabilísimas: «Es admirable el natural can- dor de su ulma, acompañada de un talento nada común y especial agilidad en el manejo de los negocios domésti- cos: es perfectamente virgen, según lo que para serlo, dicen los Santos Padres que se necesita; no ha perdido con culpa grave la inocencia del Bautismo, y me ins- ta fuertemente á que le permita hacer perpátuo voto de virginidad, que hace anualmente por dirección mía: y pa- ra ello me expone razones tan poderosas y eficaces que me convencen. étc. Y siendo tan alta la virtud de esta cria- tura, que murió cou fama de santidad, todavía se queja el Beato de que por la ruindad suya, como director, no adelantase más la dirigida. Oh que grande es la humildad de los Santos!
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