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642 — NOTAS Repetidas veces dice el P. Gronzález en esta corres- pondencia al Bto. Diego que la córte es su campo de bata- lla; que para la córte y cortesanos se le ha dado la misión y mimesterio; que Dios lo ha destinado para llevar su num- bre terrible á los reyes y poderosos, etc. Y Fr. Diego es- tuvo dos veces en la córte, una en Aranjuez y otra en Madrid, y la córte se quedó tan perdida como estaba, porque mo quiso conocer el dia de su visitacion, como dice con divina frase este profeta, y Dios la abandonó á su réprobo sentido. En esto tuvo el Beato Diego un parecido perfecto con Cristo y con sas apóstoles. Jesucristo vino, según confe- sión propia, a salvar las ovejas que se habian perdido en la casa de Israel; y los que menos se aprovecharon de sus doctrinas fueron los israelitas, especialmente los fa- riseos, escribas y príncipes del pueblo. A los Apóstoles confió el Señor la misión de predicar á todo el mundo, pero en particular á los judíos: estos rechazaron en una ocasión la doctrina de San Pablo, y el apóstol fulminó contra ellos esta sentencia formidable: «A vosotros de- biamos predicar en primer término la palabra de Dios; pero, puesto que la rechazais y os haceis indignos de la vida eterna, nos vamos á predicarla á los gentiles». Tal pudo decir el Beato Diego y dijo á'la córte jansenista y volteriana de Carlos 111. Puesto que los grandes del mun- do rechazais la palabra de Dios, voy. predicarla á los pequeños. Y se alejó de la córte, y recorrió la España en todas direcciones, predicando á los pobres y formando el pueblo de la guerra de la independencia; y mientras este pueblo formado por Fr. Diego de Cádiz triunfaba y se cubría de gloria, la córte aquella que no quiso conocer el día de su visitación fué tratada_por Pepe Botella como Jerusalen por Tito; y sus reyes, sus príncipes y grandes fueron dispersados Ú hechos prisioneros, en justo castigo de haber ienospreciado al Enviado de Dios. Qué lec- ción para los gobiernos, si tuvieran sentido cristiano con que entenderla! Et nunc reges, intelligite. Mas dejemos estas altas consideraciones, y pasemos á ver otra carta del P. González, única de toda la colección en que trata de sus asuntos particulares.

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