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00 rror indecible á ser Superior, según lo demuestran estas palabras suyas. En punto de admitir Prelacías, nada digo ú usted, pues creo las conocerá, como yo, motivo de mi eler- na perdición; y así nada puedo, sino huir de ellas, por no perderme. (omo las prelacías y cargos podían haber sido obstáculos é impedimentos para las tareas del apostolado, Dios infundió en el alma de este su Apóstol una repug- nancia instintiva, y un miedo cerbal hácia ellas, para que poresta parte su misión no tuviera detrimento alguno. Por eso al verse nombrado Maestro de Novicios y Vicario del convento de £evilla, se alarmó el Siervo de Dios, y renun- ció con tanto encarecimienio, y tanta prisa, que su San- to Director creyó conveniente pararle los piés y dctener- lo en su camino, con la admirable carta que sigue. —h J- MJ. Sevilla 30 de Julio de 1777. Estimadiísimo P. Fr. Diego, mí amado nieto; La de V. P. del 22 que deseaba con ansia, me llenó de consolación, considerando lo que el Señor le obliga; pero al mismo tiempo de tristisima amargura, conociendo con clara luz cuanto le ha engañado con el especioso titulo de amor de los prójimos el enemigo; pero leyendo que, aunque tarde, se somete á lo que en Nom- bre de Dios le ordene, he cobrado segura esperanza que, ha de ceder á gloria del Señor y muy crecido bien de su alma, la infernal astucia. ¿Es posible, Nieto mío de mi alma, que sin esperar la resolución del P. Fernández ó la mía, se arrojase por

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