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tivo, y no meramente afectivo el fruto, se movieron mu- chos, muchos desearon, quasteron, ansiaron por su re- forma; pero te retiraron, se lo negaron y lte lo impi- dieron. No permitieron que el Soberano te trata- se, te oyese y te conociese; te negaron al Consejo: y quizás porque los serenísimos señores príncipes te estimaron en el sitio de Aranjuez, te retiraron de la Córte á Alcaláy de Alcalá á Andalucía, Ah, Er. Diego mío! no la con- servación de tu salud, sino la oculta mano de un Dios que sabe usar de sus terribles permisiones, ha hecho, st no inútil, no efectiva la misión de la Córte, y tu mints- terio enrésta. No tu superior, sino Dios, te ha traído á Málaga; porque tu salud no estaba, ni aún está tan rendida, cuando la empleabas en la misión. Pero sea de esto lo que fuere, yo con fundamento sospecho que de tu cargo es en todo ofrecerte á Dios con indiferencia, dejándote conducir á donde te lleva y por donde te lleva la obediencia, pues no eres mi s.rás nunca más que un instrumento de la divina Erovidenela para los designios que tenga formados ya sobre ti, ya sobre tu Provincia y Reino. Este será siempre mi juicio y deberá ser el tu- yo, porque ni túmi yo debemos violentar los medios, sino yo dirigirte y tú rendirte á lo que prácticamente vea- mos servoluntad de Dios, sin atrevernos á escrutar sus arcanos. Por arriba ha sido toda esta misión de la Córte y deseo saber como se portó contigo el Rey, como los seño- res Príncipes, como la familia; porque el P. Eusebio mandó á su hermano una esquela en que el capellán 6 confesor de la señora Infanta á nombre de su Alteza y con una larga posdata de su propia: letra, respondió dá otra de dicho Padre, la que vió y leyó el conde del Aguila y habían leído miles; esta facilidad no te puede hacer buena sombra. En cuanto á tu salud noes tuya, sino del ministerio
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