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es 623 os que estaba descubierta, me acordé de lo que me sucedió por el camino; le encomendé de nuevo la misión, le pedí su asistencia etc, y me pareció ha- ber admitído la súplica, segúnla grande confianza que me infundió y el aliento con que empecé, se- guí y acabé aquel sermón. En los demás conocí también el favor de la Sma. Señora, porque yendo en muchos de ellos lleno de confusiones etc., ha- blaba con oportunidad y no pequeño esfuerzo: los asuntos he procurado sean para gente de córte; he hablado mucho contra la incredulidad y he predi- cado varios sermones directamente á este solo in- tento; los que no obstante de haberlos producido con bastante ardor, pero sin descender á puntos particulares, han sido muy bien recibidos. Los con- cursos han sido según permiten las Iglesias; pero se han compuesto de la grandeza, el clero, gran número de religiosos, consejeros, inquisidores, mi- litares, títulos y demás gente lucida de la Corte. Acabóse la misión al público y me destinó $. E.el Sr. Arzobispo á las Religiosas y á las cárceles para hacerles pláticas reservadas como lo estoy practi- cando. He vivido con el desconsuelo de no ver fru- to alguno de aquel que buscamos; pero sin turbar- me por ello; hasta que la tarde del dia 15,volviendo de predicar en una cárcel encontré en la puerta, del convento una Sra. Exma. medio disfrazada que pretendia hablarme. Esta me aseguró que toda la grandeza estaba sumamente movida de la predica- ción y deseosa de confesar, ó al menos de hablar- me para disponer el arreglo de sus vidas; que las que más lo deseaban eran las que hasta ahora han sido el escándalo de la Corte y aún del Reino; que este fruto se perdía por no darles yo audiencia, pues clamaban con lágrimas de su corazón por su re-
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