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— 620 — ce que no cumples. Si no buscas (ni debes) tu estimación; si no pretendes (ni debes) agradar ú los hombres, sino ser fiel ministro de Fesucristo, cuya honra y gloria quiere que ocupe y llene todos tus deseos, arrójate com- fiadamente á todas las funciones de tu cargo, que al del que se quiere servir de tá está todo, y al tuyo sólo ser- virle. Yo te lo aseguro y telo repito, Fr. Diego mío: Ora y predica; que tú predicarás, si oras. Ora á la Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra. Clámale como lujo; llévala en tu corazón cuan- do subas á predicar, y sete endulzarán las amarguras y se fortalecerán los desalientos con que subes. Alvénta- te,hajo de mi alma, que ya llega óva á llegar la impor- tantísima reforma de la Corte, que tan poderosamente influirá en la de todo el Remo. Tú has ido á eso. Qué temes? qué te acobarda, si no vas solo, sino enviado? Te mando procedas con viva fe de esta verdad; te mando que esperes: con la mayor confianza que será así. Te mando que desde el abismo de tu nada, reconoztas que con un Dios que te conforta con su poderosa virtud. todo lo puedes y todo lo podrás, más que el infierno y mil se te opongan. Bien veo que el misionero debe, para dar esfuerzo á sus doctrinas y evitar su perdición, debe castigar su cuerpo; pero en cuanto á cilicio tan frecuente, quiero al- guna moderación, la que prudentemente juzgues: para no inutilizarte con los cilicios. Apruebo qne no hagas se- gurdamente materia de la misión la de la fé, porque para combatir á los incrédulos y lubertinos, más vigorosamen- te lo hards, si les pintas la hermosura de la virtud y fealdad del vicio. En cuanto al P. Eusebio, procura disimular y ha- cer tú lo que más convenga, que en viéndonos se resol- verá lo que proceda: has hecho mal ocultándome hasta ahora lo: que ahora me insinuas, porque estuviera ya

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