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— 615 — mitía mi renuncia, ya que estaban á su cargo mis aciertos, y ya que para el fruto de esta mision re- curriese á la misma Santísima Virgen á quien Dios había especialmente concedido el remedio de este pueblo en la presente ocasion. Nada ví en todo esto; pero sí se me iba proponiendo con tanta se- guridad que nome dejó arbitrio pára dudar en ello: el rato en que sucedió esto no fué corto; re- petía las propias instancias frecuentemente y siem- pre con gran fuerza interior, aunque no tanta co- mo la referida. Se desvanecieron mis temores y se me dió una notable tranquilidad de espíritu con una generosidad tal, que me parecía tener ya con- vertida la córte en un dechado de religión y de piedad. No olvidaba en medio de esto cual debía ser la conducta y ejemplo de mi vida; y hablando yo conmigo, queriendo exhortarme á la oracion en el nombre de Cristo mi Señor me dije: Orame mucho, Diego mio: apenas lo dije, cuando sus efectos de humillacion, etc., me hicieron parecer me ha- blaba de aquel modo Jesucristo mi Señor:le dí pa- labra de cumplirlo, y con esto llegamos al término de nuestro viaje. Estaba dispuesta la misión para que se prin- cipiase la tarde del dia 7, como en efecto así se hizo: mas desde luego que se empezó á tratar de esto, advertí que la ordinaria desolación en que siempre vivo creció á un extremo indecible: el in- terior fué ocupado de una nube ó tiniebla densísi- ma, que me dejaba incapaz aun de pensar lo que había de predicar:la congoja y amargura era des- medida, y todo lo demás era consiguiente á esto. Resolví, por último, que el primer sermón fuese, una como homilia del capítulo 1.2 de Isaías, péro lo hice tan caido el interior, estéril de vo- É TEN
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