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lá muerte de lejos; tanto ha dado esto, que me ha hecho pensar si será aviso para que me prevenga á morir en breve espacio. Mas esto es con paz y grande serenidad é indiferencia. En la segunda recaida contaba ya siete ú ocho tercianas, cuando una siesta desperté con una viva memoria y devoción á mi P. San Bernardo: á po- có se mé propuso de pronto como un conocimien- to que no excedía de lo natural, que el santo se me daba por especial Erotector entre los santos del cielo: que en ello se me hacia un singular beneficio: y que por se- ñal me faltarian las tercianas, siendo pequeñas la de aquel dia, á que se seguiria no dar la siguiente. En mi pensamiento me parecia ver al santo, y entendí que lo grande de este beneficio consistía en que era la voluntad de Dios fuese mi protector: con esto fué indecible el gozo de mi espíritu y el deseo de que esta voluntad del Señor se cumpliese y fuese agra- decida como se merece; pedí á todos los bienaven- turados diesen gracia á la Stma. Trinidad por este beneficio, y pensaba yo con la misma seguridad que si los viese,que todos se levantaron y cantaron, con nueva música un nuevo y breve salmo, del que solo pensé que decían: Laudate omnes gentes Domt- mum el colaudate eum omnes populs Quoniam magnt- ficata est super famulum suum istum misertcordiam ejus. No pude pensar más, solo que sería todo el salmo tan largo como el /audate Dominum de Coelis etc.Quedóme muy fija esta especial con una seguri- dad como infalible, y con varios afectos de gozo, humildad, paz, devoción, resignación, etc. No obs- tante no le pedíal Santo la salud, solo le dije:pro- tector mio, si es voluntad de Dios que yo le pida por otro medio la salud, os la pido; si nó,no la pi- do, y de aquí no podía salir. Aquella tarde se retar-

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