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_— 5 1 fondo de sus miserias resalten más las misericordias del.amantísimo Padre de ellas? Ánimo, hijo y mieto mio! de este abismo en que le aterra su propio y verdadero conocimiento, vuele confia- disimo en los infinitos méritos de Fesucristo al más profundo de la bondad del Dios de su alma y corazón Entréguesele todo, todo sin reserva; déjese 2obernar de su suave y poderosa Providencia: someta á ella enteramen- te su vida, su alma, su ministerio, su suerte eterna; y solo cuide de que en todo sea glorificado conocido y ama- do de sus criaturas, descuidando de sí, y solo cuidando del caudal de la redención; coadvuvando cuanto pueda al fin de ella, que no fué otro que «ut auferatur pecca- tum Jacob. (Isa. 27, 9). Duro, insensible, ciego, obsti- nado, Ó como quiera que esté y el Señor lo permita, em- pleese en que no lo sean sus prójimos; que el «attendite vobts, el universo gregi» usted no lo entiende ahora, y yo que escribo, quiere Dios que sí. Castigue enhorabuena su cuerpo, porque no sea lo que predicando quiere evitar en los otros; pero castí- guelo, castigando su querer: y no castigándolo más. que lo que he ordenado. Predique cuanto quieran los que se lo manden; pero predique lleno de fe, alentando su es- peranza, y dejándose todo al que sabe lo que conviene que predique. Rectifigue cuantomás pueda su intención: váciese de sí, y mi áun por un instante convierta su atención á su propi amor, procurando antes, después, en el púlpito, en el confesonario y en las consultas que el Señor sea amadoy glorificado; que los prójimos “le conozcan y se conviertan; y vamos así sin caúmiento de ánimo. Yo lo mando en el nombre del Señor! hágase así! Nada me es por mi cabeza y pulso, más molesto que escribir; mis ocupaciones muchas, porque Pomar, (en to do este tercio enfermo) me ha cargado su cátedra de Es- critura; pero nada es preferible á mis deseos de tratary

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