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NOTAS Maravillosa, profundísima y casi incomprensible es la hamildad que nuestro Sauto revela en la carta pre- cedente. ¿Cómo es posible que él crea de sí y afirme con verdad, que es un abismo de maldad y el peor entre los hombres? El lector nos ha de permitir aquí una explica- ción satisfactoria de estas palabras, la cúal servirá para la buena inteligencia de las cartas siguientes, pues en to- das ellas hemos de tropezar con la humildad de este santazo, tanto mayor cuanto más humilde. En primer lugar se ha de tener presente, que Dios nuestro Señor suele encubrir y envolver con el velo de las tentaciones y de la humana miseria, los dones y gracias extraordinarias que da á sus Siervos, para que estos no se puedan envanecer ni se pierdan por ese camino, como lo testifica de sí el Apóstol S. Pablo, cuando dice: Para que la grandeza de las revelaciones no me envanezca, se me ha dado el estímulo de mi carne, que como ministro de Sata nás me está abofeteando, ete. (Cor IL 12, 7.) Pues á este Apóstol de nuestra España le pasaba lo que al Apóstol de las gentes, y por eso se queja como él de la furia infernal que le hace guerra, revolviendo su interior y haciéndolo aparecer á sus propios ojos como un abis- mo de maldad, cuando en realidad esa maldad aparente ho era más que el velo con que Dios encubría los aitos dones concedidos á su Siervo para que á este no le hicie- ran daño, y se conservaran mejor en su alma con esa en voltura, como se conservan mejor las brasas cubiertas con la ceniza. Además Dios permite con trazas muy piadosas y fines muy altos, que, cuando un alma ha llegado al últi- mo grado de virtud, cometa algún defecto en los primeros grados, para que así le parezca que está en los principios, cuando realmente está en lo sumo de la perfección; y de esta suerte ande siempre humildey se libre de la vanidad, peligrosa siempre para los justos. Da esta traza amorosa usó Dios siempre con nuestro Beato, y por eso lo vemos reputarse por'el peor de los hombres. Qué humildad!