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— 40— tela, esperáncela y dígale que nunca tendrá más padre á Dios, que ahora que ocupa á su teniente Fr. Diego. Que pelee con resolución contra esa pasión de ira, que fomenta su misma soledady desamparo; pues como no tiene á donde volverse para su consuelo y guía, se de- sazona. Pero dígale V. que no es razón salpique con su mal humor á la que ninguna culpa tiene, que ocupe dá V. su ministerio. Dele millones de memorias y que por la Sangre de Yesucristo (lo mismo ruego á mi amado nieto) rueguen por el más vil, miserable y duro sacerdote, pidiendo al Señor que rompa las cadenas que arrastra, quiere y no puede, (porque cuando pudo no quiso,) limar. Esto es verdad. ¡Pobre de mí! y yo dando luz sín tomarla! Yo conociendo y resolviendo con animostdad (y creo que con sanisima intención) lo que V, y otros deben hacer con propia resolución. Ay qué cargo! Por Dios! por Dios! Nieto mío, téngame lástima! Créame y ruegue por quien con toda su alma y corazón desea servirle y estima cuanto puede, como lo sabe y sabrá, mientras quiera servirse de mi: y en prueba de esto, ahora que está ahí le mando que con féviva se deje todo en las funciones de su ministerio á Dios, no reflexionando ni lo que ha- ce, ni como lo hace, ni como se recibirá; sino solo que Dios se lo manda, que lo hace á gloria de Dios, y bien de los prójimos; que nada vale, nada puede, nada es suyo; porque ¿qué es Fr. Diego? ¿qué es? Véase delante de su Dios; vea lo que le debe; vea cuánto con la mitad hubiera hecho otro; y conocerá que es un abismo de mi- seria; pero, porque lo es, arrójese confiadamente atrevido, al abismo insondable de un Dios ommipotente en quien todo, todo! lo puede. Tenga. fé: Fr. Diego es de Dios, y enviado de Dios; que no podrá con Dios? Amar- gue ó nó el interior: acuse ingratitudes la conciencia; abulte temores la ingratitud; yo mando que se siga lo

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