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35 dos claramente la voluntad de Dios acerca de la dirección espiritual del Beato, según refiere el mismo P. González con estas palabras: «El viernes en la noche llegó á su:Convento y á la siguiente mañana se me presentó en mi Colegio, ratificando su humildísima obediencia á cuanto quisiere disponer de él, dejándose en mis manos para que lo dirigiese. Fué esto con tanto candor, verdad y humildad, que me confundí; y conociendo que era voluntad de Dios que yo ayudase á su Siervo, sin embargo de ser quien soy, sentí mi alma movida á amar tiernamente la suya y á tratarle, como desde aquel día le traté, con la mayor resolución y libertad, quedando de acuerdo y manifestándome Fr. Diego que en todo quería negarse y nada hacer sin mi licencia y dic- tamen.» Y hablando después del primer sermón que le oyó predicar al día siguiente, añade: «Tal vez, para que yo inspirase aliento al humildemente des- confiado de si Misionero, quiso el Señor que cono- ciese desde la primera vez que le oí que en el púl- pito era solo clarín de que Dios se servía y alum- braba el Espíritu Santo para dar cumplimiento á los designios de su providencia; y este conocimien- to ha arreglado desde entonces mi conducta en el gobierno de su persona y ministerio, con los copio- sos y utilísimos frutos que él mismo en todas sus cartas explica: y deben los que las leyeren enten- der, que ni mío ni de Er. Diego es, sino de él, en- viado y enseñado de Dios, y de mí, instruido del mismo para mi confusión, y para que á gloria suya y bien de las almas le ale ntase, le estimulase y con imperio le rindiese á su deber; cierto yo, éd- mo desde «el primer sermón que le oí estoy, de
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