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vilo, abracelo, y nos retiramos para hablar sin testigos. ¿Pero podré yo acaso explicar los afec- tos mios, y suyos en esta primera entrevista? Des- de ella, como si siempre nos hubiéramos tratado, mi alma se le ofreció toda para cuanto pudiera conducir á su dilatación. Por lo que ví, por lo que me dijo y conocí, quedó oprimida la mía del exce- so de su humildad y de algún defecto de fé viva y “confianza firme en la asistencia del que quería servirse de él en el ministerio apostólico para glo- ria suya y copiosísimo fruto de los fieles. La suya oyéndome se dilató en gran manera, como varias veces me lo tiene asegurado, y cual sea la poderosa eficacia que desde entonces se ha “servido el Señor por sola su bondad, y para con“ fusion mía poner en mis palabras para cuanto le hablo, él mismo lo dice en sus cartas, y yo lo he experimentado con asombro. ... . A De esta primera entrevista, que sería como de hora y media, quedamos de acuerdo, que ínterin hiciese misión en estas cercanías, me escribiese cuanto dudase, que yo le serviría de P. Fernan- dez, pues éste así se lo había ordenado, y yo lo hacía con singular gusto mío, dejando ambos á cargo de Dios el acierto. ] XI SE ESTRECHAN LOS LAZOS Algún tiempo después volvió el santo misio- nero á Sevilla en Abril de 1775 para predicar una misión; y en esta segunda entrevista vieron los

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