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PA Ronda no había convento de nuestra Orden Ca- puchina, empezó á confesarse con uno de nues- tros hermanos OS y trabó amistad con él. Fué este el P. Fr. Die go Fernández de Alba, varón ejemplar y pr ípulo ó dirigido del P. Gon- zález. Con este P. Fernández comenzó nuestro Bienaventurado á comunicar en Ronda las cosas de su espíritu, y él asombrado de ver lo que Dios obraba en Fr. Diego y temeroso de errar en asunto de tanta trascendencia, puso en comunl- cación á su hijo espiritual, Fr. Diego, con su pa dre González, el cual hizo cuanto pudo, para traerlo á Sevilla y tratarlo de cerca A logrado este deseo en t“ebrero de 1774 se vieron y se compenetraron aquellas dos grandes almas, que parecen habían n: pao la una para la otra: Arg la palabra al P. Javier, va que dejó escrito de S1 puño y letra este haiho con todos sus detalles en unos preciosos apuntes que, por no tener título ni nombre, le pondremos el si- guiente. XI DE COMO SE CONOCIERON El V. [?. González lo cuenta así: Hallábase de e ordinario de las Reli- giosas del Convento de Sta. Isabel en la ciudad de Ronda el P. Fr. Diego Fernández de Alba de la observancia de San Francisco de la Provincia de Sevilla. Era ya en Ronda, y especialmente en su orden y en dicho Convento conocido y con-

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