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, MS a TARDE JETTA A 107 — 28 No es el hombre el que traza el camino del hombre, ni el que marca la velocidad con que ha de marchar por él: ese camino lo traza Dios, esa velocidad la imprime la gracia; y buen director es aquel que conoce el camino y regula la velocidad con que el alma debe ir por él, según las gracias que vaya recibiendo. No es buen director, sino vi- sionario, el que pretende trazar á las almas su ca- mino ó quiere llevarlas por él al paso que se le an- toja, y no al que van marcando las gracias actua- les; y en este error práctico cae indefectiblemente todo el que pretenda para sí la gloria de sus diri- gidos ó la de su propia dirección. La gloria verdadera del director consiste en no tener ninguna á los ojos del mundo, y sí solo á los de Dios. Jamás debe aspirar, como director, á ceñirse la aureola de los Apóstoles, Pontífices, Doctores y Mártires, porque estas son aureolas brillantes, y la suya como director debe carecer de brillo mundano, en lo cual estriba precisamente su mérito y su valor. La luz del director verdadero es para el mundo invisible y oscura como la de los rayos X, último descubrimiento de la física moder- na; pero penetra el interior como la luz catódica,y esa penetración nos da la medida de su valor y de la importancia que enla Iglesia tienen los directores. Muchas almas buenas creen que lo que hace falta hoy en el mundo son Apóstoles, Mártires y Santos; y tienen razón, no lo niego; pero hacen to- davía más falta los buenos directores,” porque el santo sin dirección deja pronto de ser santo: el apóstol sin director no permanecerá mucho tiem- po en su apostolado, y el mártir sin que le dirijan no irá hoy fácilmente al martirio, sino quizás á la apostasía. Directores buenos es lo que nos hace '

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