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2er 3 ros y aún dignos maestros del joven misionero. Basta nombrar entre otros muchos al V. 1. Miguel de Benaocáz, su maestro en el Apostolado; á sus compañeros Fr. Jerónimo de Cabra y Fr. Domin- go de Benaocáz qne murió Obispo de Ceuta; al Pp. Rafael de Vélez, que es una gloria nacional; al V. P. Verita y á su maestro de novicios que fué el primer Director espiritual del B. Diego de Cádiz. Pues entonces ¿por qué eligió después para director á un P. Mínimo? A esta pregunta podemos contestar con las palabras de Cristo; porque spír:- tus ubi vull spirat, sed nescis unde ve nat aut quo vadat. (Joan.3.) Porque así se lo inspiró Dios en sus ines- crutables designios, sin que por ello resulte men- gua alguna para la ínclita Orden Capuchina, ma- dre de sabios y santos directores. ¿Acaso fué men- gua para el colegio apostólico que Cristo no enviase á Saulo para ser instruído en su misión á ninguno de los Apóstoles, y sí al discípulo Ananías? ¿Es mengua acaso para la Orden Carmelitana que San- ta Teresa de Jesús hubiera seguido la dirección de un franciscano, un jesuita y un dominico, cuales fue- ron San Pedro Alcántara, San Francisco de Borja y el P. Ibáñez. Pensar así, es discurrir disparatada- mente, y pesar las cosas. de Dios no con la balan- za del santuario, sino con el falso peso de las máxi- mas mundanas; y las obras del amor divino¡jamás podrán ser me de as por el egoismo humano. Conste, pues, que sin mengua ninguna para la Orden es Ogió el B. Die go director fuera de ella por inspiración de Dios, como lo prueban las tradi- ciones de esta Provincia, la conformidad y asenti- miento de sus Prelados ó Superiores, y sobre to- do la correspondencia entre director y dirigido, y la unión de aquellas dos almas enlazadas por el

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