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o 5 mecimiento del Corazón divino nace un director para aquel alma. ¿Quién se atreverá á decir que no nació de es- te modo la dirección del P. González para Fr.Die- go de Cádiz? Anonadado éste bajo el peso de la mi- sión que Dios le confió en visiones portentosas, des- confiado de sí mismo y espantado de los enemigos formidables con que tenía que luchar; descorazona- do y abatido por los riesgos y tropiezos que descu- breen su camino; atemorizado por las amarguras que le rodean y las persecuciones que ve én lonta- nanza; gime y llora á los piés de Jesucristo crucifi- cado, pidiéndole auxilio y fortaleza: ¿quién se atreve- rá á decir que sus gemidos no movieron al Corazón de Jesús y le obligaron á darle este Director, este guía y este Padre espiritual, que lo animara y for- taleciera? ¿Quién se atreverá á sostener que nues- tro Apóstol no eligió al P. González por inspiración divina? VIH UN REPARO Mas aquí debemos responder á este reparo que pudieran hacer los menos avisados: ¿No había en la Orden Capuchina hombres sabios y santos, cuando vivía el B. Diego de Cádiz? ¿Pues entonces por qué se fué á elegir un director fuera de ella? Afortunadamente en los tiempos de Fr. Diego de Cádiz había en la Provincia Capuchina de Andalu- cía 250 Misioneros de tanta virtud, tanto saber y tan relevantes prendas, que eran dignos compañe- 4

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