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_— — diferencia inmensa entre director y confesor, como entre la misión de uno y otro. El primero oye la confesión del penitente, le absuelve de sus culpas, y le da consejos para que mo vuelva á caer, ó para que adelante en la virtud, y esta es su ver- dadera misión; pero la del segundo es más alta, y necesita más luz del cielo para cumplirla bien; porque debe conocer el, destino del alma que di- rige, los fines para que Dios la tiene en el mun- do, y hacérselos cumplir con magnanimidad y fortaleza según lo exijan las circunstancias. Alguien ha dicho que los grandes directores de almas salen del corazón de Dios, lo mismo que los grandes Obispos y los grandes Doctores de la Igle- sia. Cuando Dios ve á una parte de su Iglesia ame- nazada por el error, que se extiende por ella, co- mo la niebla por el campo; cuando ve aquella por- ción de la grey cristiana que anda semierrante como oveja sin pastor; Dios mira compasivo la aflic- ción de su rebaño, y de esa mirada compasiva na- ce un Pastor celoso, un Obispo santo, dispuesto á dar la vida por su grey, ó un Doctor sublime que con la luz de su vida y su doctrina disipe los errores. Pues del mismo modo cuando un alma está llamada á una vida extraordinaria, ya sea oculta y solo de Dios conocida, ya pública y ruidosa en el mundo; cuando esta alma al principio de su ca- rrera ó de su misión, se ve contrariada ó perse- guida, hasta caer en el desaliento; si en medio de esa desanimación y desconsuelo llora y gime por no saber lo que hacer, ni como llevar adelante lo que el cielo le inspira y su corazón siente; enton- ces su llanto y su gemido penetra en el Corazón de Jesús, que se estremece de gozo; y de ese estre-

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