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CAS ato no va á predicar, á confesar, á dirigir; sino á orar, es- cribir y obedecer. Esta es ahora la voluntad de Dios que debe cumplir: sí se explicare, porque la voz de sus Pre- lados sea después otra, esté á ella y haga lo que le or- denen. Procure en cuanto pueda y cuanto más pueda la mayor abnegación. El ecce ego mitte me, vale sobre cuanto se puede ponderar. ¿Qué tiene que preventr, que temer, que desear, el que en nada haga, ni quiera hacer su voluntad, sí no la de su Señor y amado Padre Dios? Por este ruego lo rogado y redicho. Ame mi nieto el bien del que tiernamente ama el suyo, y de cuanto se le ofrez- ca escriba sin pensar que me molesta, porque me dilata. Á esa religiosita encaramelada digale que no le he podido responder, ni estando V.P. ahí hay para qué. Á la otra del Cister, y á todas que rueguen por mi. Y adiós, Nieto mío, adiós! De V. P. afectísimo en Jesucristo, cz cr. Ñ Cc e o ”o $2. Szanciaco Javier Gonzalez. ¿Dónde parará nuestro Fernández?

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