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ps A prodigios y milagros, siendo tan poderoso en obras como en palabras. Predicando en la iglesia de S. Pablo le vie- ron los cordobeses arrojar llamas de lúz de sus ojos, de su boca y de todo su semblante: no cabiendo la gente en ninguna Iglesia, tiene que predicar en la plaza de la Co- rredera una tarde lluviosa: empezado el sermón, arrecia la lluvia en tales términos que parece un diluvio: el santo enarbola su crucifijo, haciendo la señal de la cruz sobre las nubes,al mismo tiempo que clama con voz de trueno: «En nombre de la beatísima Trinidad, de la Virgen San- tísima, del Arcángel S. Rafael protector de esta ciudad, y por los méritos del V. P. Posadas.... cese pronto este agua! » Y el agua cesa en el recinto de la plaza, durante hora y media que duró el sermón, mientras llovía torrencial- mente en los alrededores de la misma Diganme ahora, si á vista de prodigios como este se resistirían los cordo- beses á cerrar el teatro y hacer cuanto les dijera el envia- do de Dios. ¡Oh qué bien nos vendría en esta época otro Fr. Diego de Cádiz que acabara con los teatros de hoy, inmorales todos ellos, y corruptores de las buenas cos- tumbres! Más de un mes duró esta misión de Córdoba, y antes de terminarla, escribió el Bto. á su Director, anunciándole su regreso á Sevilla, y atribuyendo como verdadero hu- milde los frutos de la misión al aliento que le dió su an- terior cartita, á la cual parece querer contestar de nuevo. no satisfecho con la presente, por haberla empezado an- tes de recibir la de su Director. Como de éste no existe ninguna otra carta de esta época, ni sabemos que haya existido, creemos que se refiere á su anterior lo que dice el Beato al principio de ésta que sigue.

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