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84 sacrificio espectáculo agradable á Dios, á los ángeles y álos hombres. Pero, ¡ay, querida Margarita!que no todos los reli- giosos se “hallan místicamente crucificados con Cristo, ni están suspendidos entre el cielo y la tierra. Hay algunos que, á fuerza de moverse y tirar han desga- rrado las heridas, se han salido de los clavos 6 los han roto, han caido á tierra y se Arrastran desesperados por el lodo. Hay otros que quieren bajar de la cruz, dejando á Cristo solo padecer en ella. Hay quien se arrepiente de haberse crucificado y quiere ahora en la cruz verse rodeado de comodidades. Hay quien no quiere consumar el sacrificio ni beber la hiel y yina- gre, dejándola toda para el Redentor. Hay quien es- tando en esa cruz no pronuncia de corazón, ni quizá de ningún modo, aquel; Padre, perdónalos, que no saben lo que se hacen! Hay quienes desde esa cruz exclaman: ¡Sitio, sed tengo! pero no como Cristo, sed de pade- cer, sino sed de gozar y eras los placeres mise- rables de este mundo. Hay..... pero, ¿4 qué proseguir? Procura tú, hija mía, no ser comprendida en el nú- mero de esos religiosos, que después de haber hecho el sacrificio, pierden el mérito de él por su inconstan- cia y mala voluntad. Aspira cada día á sufrir más por el Esposo divino, crucificado por nuestro amor. Sea tu lema el de la gran Teresa: O padecer ó morir! Sean tus deseos los de Magdalena de Pacis: No morir para sufrir más! O bien los de nuestra Verónica de Julia- ni; Ni morir ni padecer! que, aunque parezca parado- ja, es el martirio más atroz para el alma que ha gus- tado las dulzuras celestiales del padecer: A vivir, pues, sacrificada, siempre sacrificada! sin dejar por ezo de rogar á Dios por este tu affmo. P. en Cristo, A Ñ ' dl Ñ $ ñ PP erat a , ar A a A Fr. A. A AS al AL
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