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83 más que Jesucristo, para poder decir como San Pablo: «Crucificado estoy con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mi.» En esta mistica crucifixión del religioso, hay tam- bién muchos puntos de contacto y semejanza con la de Jesucristo; porque al religioso no le crucifican sus culpas, sino el amor, no le mueve á vivir crucificado su propio provecho, sino la gloria de Dios y el bien "de las almas; así como al Salvador no le pusieron en cruz sus culpas, sino las ajenas, no su provecho, sino el de las almas, no su gloria, sino la de su Eterno Pa- dre. Los clavos cósieron las manos y los pies del Re- dentorcon la cruz detal manera, que ni podía moverse, quedando así á la voluntad de sus crucificadores; y el religioso desde el momento que profesa, se queda también en tal sujeción que no puede mover- se de una parte á otra sin permiso de e superiores. Los clavos que abrieron los pies y manos de Jesucri to echaron fuera con violencia, á los golpes del mar- tillo, cuanto encontraron al paso; y. los votos en el buen religioso, arrojan también y echan fuera todo afecto desordenado que le impida vivir en continuo sacrificio. ¿Qué más diré? Los clavos traspasaron los miembros de Cristo de tal modo, que suspendido su cuerpo en la cruz sobre tres puntos á cual más dulo- roso, esa posición violenta hubo de causarle un sacri- ficiocontinuo y universal en todo El; y algo parecido ¿ acontece en la vida religiosa, donde los tres votos co- locan al hombre en posición tan violenta á. la flaca naturaleza, que le produce un martirio universal que se ha de alimentar continuamente con el fuego de la mortificación. Finalmente, los clavos unieron 4 Cris- to tan estrechamente á la cruz que, humanamente hablando, no podía desclavarse ni desasirse de ella. Y los votos solemnes ó perpétuos clayan al religioso de tal suerte á la cruz de su estado, que le es imposible desclavarse ni desasirse de ella. Así clavado se halla suspendido entre el cielo y la tierra, siendo con su

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