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82 humanidad con la divinidad, y así, siendo hombre pudo pagar por los hombres, y siendo Dios, pudo satisfacer cumplidamente á la justicia divina. Vino al mundo la víctima preciosa y, desde'el pe- sebre al sepulcro, toda su vida fué un sacrificio con- tinuado; pero ese tremendo sacrificio se consumó entre indecibles dolores sobre el ara de la cruz, derramandoel mansísimo y divino Cordero hasta la última gota de sangre que en su corazón tenía; y* desde entonces, los que más han participado de ese sacrificio han sido los más santos, los más purificados, los más favorecidos. Por ese sacrificio alcanzan hoy victoria todos los que vencen, y esfuerzos todos los que combaten, y misericordia todoslos que la buscan, y refugio todos los que lo piden, y alegría todos los tristes, y consuelo todos los que lloran, y pureza todos los castos, y justicia todos los justos, y san- tidad todos los santos. Pues bien, de ese divino é inefable sacrificio participa el buen religioso en tanto grado, que su vida es una verdadera crucifixión, de tal manera, que nadie como él puede decir con verdad estas palabras del Apóstol: «Olavado estoy en la cruz con Cristo.» Cristo confixus sum cruci. (Gar. 2, 19. Tres clavos fijaron á Cristo en el santo madero y otros tres clavos (los de los votos) fijan al religioso en la mística cruz de su estado. Cuando él como víe- tima voluntaria se prepara el sacrificio durante el noviciado, no hace, por decirlo así, otra cosa que to- mar la medida y labrar la cruz en que libremente se ha de ofrecer á Dios en holocausto. Llega la hora de consumar el sacrificio, lleya el momento de la profe- sión, y los tres votos le clavan en esa cruz con tal perfección, que puede repetir de nuevo con el Após- tol: «Acaba de ser crucificado el hombre viejo:» Ve- tus homo noster crucifixus est. (Rom. 6.) Y crucificado así el hombre viejo, nacido según el terreno Adán, ya no debe viviw en él más que el hombre nuevo, na- cido, según el Adán celeste: ya no debe vivir en él

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