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PP PA A 76 superabundantemente la deuda contraída con Dios? ¡No, de ningún modo! El, como todos los demás, se vería obligado á exclamar: Siervo inútil soy; no hice más que lo que debía. Ese hombre con tantos traba- jos? tantos sufrimientos, y tanta santidad, no sería más que un justo, es decir, un hombre que ha llenado un deber de justicia. Pues, si tantísimo debemos á Dios, que es imposible pagarle, ¿qué hacen en el mundo esos cristianos ingratos que no se cuidan si- quiera de pagar á su divino Acreedor una partecita de la deuda? Y ¿qué hacen en el claustro esos religio- sos tibios 6 relajados que creen hacer mucho por Dios, mortificándose un poco, nada, una miseria, y cumpliendo mal con las prácticas de la vida religiosa? ¿Qué hacen esos religiosos que rompen y quebrantan los sacrosantos lazos que con Dios los unían? ¿Cómo pueden llamarse religiosos los que rompen ó desatan las ligaduras que los tenían como atados y unidos á su Hacedor? ¿Cómo nose le cae la cara de vergiienza á la persona que se oye llamar religioso ú religiosa, y ye que no está religada, ni ligada á Dios por los vín- culos sobrenaturales, sino desligada por la -culpa, que rompe los preciosos lazos que con su Dios le unían? Una de dos; ó ser religioso, 6 dejar ese nombre; ó vivir religiosamente ó no engañar al mundo, lla- mándose lo que no es; y digo al mundo, porque á Dios no se le engaña, y ante sus ojos no es religioso el que está de El desligado, por haber roto los vínculos que á El le unían. De aquí, mi querida Margarita, la necesidad que tenemos de mirar por nosotros mismos, para que no se rompan, ni siquiera se aflojen, los lazos que nos ligan con Dios y nos hacen religiosos; de aquí la necesidad de hacer por Dios cuanto podamos, para pagarle algo de lo mucho que le debemos; y de aquí, por último, la conveniencia de convertir en actos de religión todos los de nuestra vida, y además confe- rirle 4 cada uno un mérito muy especial por el voto

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