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72 bre que, al pronunciarlo los labios de quien lo lleva debe dejar en ellos una dulzura más grata que la miel de los panales; el nombre, en fin, que debe servir de espejo al que con él se engalana, para mirarse en ese espejo y consultar con él los defectos que le afean y las cosas que le embellecen. Este nombre viene del verbo latino religare, que significa volver á ligar una cosa, porque la religión nos liga á Dios con nuevos lazos y de nuevos modos y así se llama religiosó el que está ligado á Dios con nuevos vínculos, con nueva y amorosísima lazada. El hombre ligago naturalmente por su origen con Dios, su Creadór, lo estaba también sobrenatural- mente por la gracia con que Dios le había enrique- cido; pero el poder de la voluntad humana es tan tremendo, que el hombre pudo romper, y rompió de hecho, los lazos sobrenaturales que le unían con el Eterno. Roto este vínculo y separado de Dios por la culpa, fué necesario en cierto modo que el mismo Dios se humanara y se hiciera hombre, para redimir al hombre y volverlo á unir consigo, anudando el lazo que en mal hora el hombre había hecho pedazos. Mas este nuevo lazo de la redención de Cristo róm- pelo con harta frecuencia el cristiano ingrato, por nuevos y repetidos crímenes que le apartan de Dios; y de aquí la necesidad que tienen todos los fieles de hacer nuevos esfuerzos para ligarse otra vez con Dios mediante la gracia misericordiosa de Jesucristo, que á nadie se niega; y en hacer esos esfuerzos por ligar- sede nuevo á Dios, cuando de El se aparta el hom- bre, y en tener cuidado de que no se rompan ni aflo- jen los lazos que con Dios nos unen, consiste, como vulgarmente se dice, tener religión y practicarla. Pero hay en el mundo cierto número de almas di- chosas á quienes da Dios una luz especial para cono- cerle; con esa luz distinguen prácticamente que Dios es nuestro primer principio y último fin; ven en El el centro de la felicidad y dicha eterna; vislumbra en A
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