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66 inútilmente. Muchas personas que han abrazado el estado religioso apenas conoten lo que han abrazado, casi no saben hablar de su propio estado, tienen de él una idea tan confusa, que apenas lo conocen más que en conjunto; y esto hace necesario el análisis del asunto, definiendo cada cosa de por sí y explicándola con claridad para que los pensamientos y conceptos resulten claros y completos. Definamos, pues, nuestro estado. El estado religioso es una forma ó manera de vida estable, aprobada por la Iglesia, y abrazada por cier- to número de fieles, que se juntan en comunidad, para caminar á la perfección cristiana, mediante los votos de obediencia, pobreza y castidad, hechos ó emitidos según la Regla. Se dice forma ó manera de vida estable, para indicar una de las excelencias del estado religioso, la cual consiste en esa estabilidad y fijeza en que pone al hombre, librándole de sus veleidosos caprichos y de su inconstancia prop: El religioso, propiamente tal, adopta un género de vida que ya nocambia, una ma- nera de ser que ya no muda, obligándose á vivir siempre religiosamente; obligación que es para él una fuente de merecimientos y de felicidad; porque con ella se emancipa del mundo, rompe su pesado yugo, ese yugo que agobia con su peso á los hijos de Adán, y se libra de las seducciones, vanidades, pompas y exigencias de un siglo corrompido. El impio y moderno liberalismo en su odio solapa- do á la Religión, y en su afán de nivelarlo y confun- dirlo todo, ha equiparado el estado religioso con un oficio 6 un cargo cualquiera, considerándolo como tal; y en su orgullosa ignorancia no ha sabido distin- guir lo que afecta al hombre intrínsecamente, de lo que extrínsecamente le afecta, confundiendo lo estable con lo pasajero, lo poo] anente con lo accidental y transitorio. El estado rel ligioso no es ni puede ser un «oficio ni un empleo; como el empleo, el oficio, la dig-
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