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poner por obra nuestra vocación? Cuando empezamos á segur la estrella que interiormente nos iluminaba, ¿no tuvimos que sufrir las burlas de unos, el despre- cio de 'otros y la compasión de los que más nos querían? Pues, ¿quién podrá contar los obstáculos que tuvimos que vencer y las dificultades que superar? Cartas, viajes, ruegos, promesas, desvelos, trabajos, insomnios y..:. ¿Quién sabe lo que nos costó seguir el camino y llegar á este hermoso Belén en que nos hallamos? Y para que ningún rasgo de semejanza nos falte con los Santos Reyes, tal vez desapareció la estrella cuando más falta nos hacía, como á ellos les aconte- ció. Al llegar á Jerusalén, se distraen un momento contemplando su grandeza, escuchando el alegre bullicio de los ciudadanos; y cuando vinieron á mi- rar se encontraron sin la estrella. También nosotros nos entretuyimos alguna vez en fiestas profanas, en días de asueto, en diversiones del mundo, y cuando vi- nimos á percatarnos, el corazón se nos había aficiona- do á las cosas del siglo y nos hallamos yacilantes y perplejos, porque la estrella de la vocación había desaparecido. Quizás hubo un momento en que crel- mos ver cerca el logro de nuestros deseos, como los Magos al entrar en Jérusalén, donde pensaron hallar al Mesias; pero ¡ay! nos pasó como á ellos! sufrimos un desengaño, cayeron por tierra nuestros planes, se deshicieron nuestros trabajos, como la sal en el agua, y creíamos háberlo perdido todo, haberse frustrado nuestros deseos y ser imposible ya la entrada en Re- ligión. ¿Qué hicimos entoncas? Nos dirigimos, como los Magos, á los escribas y doctores de la ley, á los ministros del Señor, preguntando dónde, cómo y cuándo hallaríamos la dicha de consagrarnos á Dios, ofreciéndole los dones de nuestro amor; y ellos nos lo dijeron, ellos nos dieron luz, ellos nos encaminaron; comenzamos de nuevo la marcha, y de seguida vol- vió á brillar la estrella que se nos había ocultado. ¿No
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