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60 libertador, prometido desde el principio de los e pos; recuerdan las predicciones y vaticinios que de é hicieron los profetas, y tomando a ¡nel nueyo a por señal del nacimiento temporal de un Rey eterno, se dicen entre sí: «Este signo indica la venida del gran Rey; vamos, pues, á reconoc :erle por tal, pagán- dole tributo y ofreciéndole í dones: » y sin más esperar comenzaron los preparativos para el viaje. También, querida Margarita, hubo un día dichoso en que brilló para nosotros el astro.de la vocación religiosa. También apareció en los horizontes de nues- tra vida la estrella luminosa de la gracia. También vimos lucir en el cielo de nuestras almas la luz esplen- dorosa del llamamiento divino, que nos sacó de las tinieblas del mundo. En él vivíamos nosotros envuel- tos entre sombra, como los Reyes Magos en la obscu- ridad del gentilismo; y á unos y á otros nos sacó Dios de allí con la nueva estrella que hizo aparecer á nuestra vista. Ellos la vieron con los ojos del cuerpo, y nosotros con los del espíritu; pero ambos la vimos y vinimos á dar á Dios adoración. Este es el primer rasgo de semejanza que tenemos con los Magos, y el segundo es el que te voy á decir. Los Magos tuvieron grandes dificultades que ven- cer para realizar su empresa, y algunos de los obstá- culos fueron tan árduos, que solamente su mucha generosidad los pudo vencer. El viaje que iban á emprender era largo; los caminos desconocidos y casi intransitables; la estación la más cruda y desapacible de todas; no sabían cuanto tiempo h: abían de perma- necer lejos de su patria; iznoraban adonde los condu- ciría la estrella; se exponían á perderse y ser robados; y todo esto les mereció las burlas y desprecios de sus conciudadanos. Unos se reían de su credulidad, otros los miraban con lástima; aqué llos los tenían por fanáticos, y los de más allá hacían mofa de su piedad. ¿No sucedió lo mismo con nosotros, cuando intentamos

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