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A 17 apresuré:á cultivarlo con la mortificación y el sile: cio; y después que le vi brotar algunas flores, invit á mi Amado á pasear por él, diciéndole con la esposa de los Cantares: Ven, Amado mío, salgamos al cam po, moremos en los jardines, madruguemos á ver lo sembrados, veamos si floreció la viña,si las flores ha dado fruto, y si brotan ya los granados! Y El, que es tan complaciente, viene y me lleva por regiones desconocidas, y le hace sentir á mi alma delicias ine- fables, que no se pueden expresar con lengua huma- na. Y si acaso yo sov tarda en convidarle, El me in- vita á mí, haciendo resonar en el fondo de mi alma estas halagiúeñas palabras: Levántate, amiga mía, paloma mía, y ven; apresúrate, que ya pasó el in- vierno, se retiró la lluvia, han aparecido las flores en nuestra tierra, llegó el tiempo del canto de las aves. la voz de la tórtola se ha oído, han brotado las higueras, y las viñas florecientes están dando grato olor. Levántate pues, paloma mía, y ven!—Y yo vuelo, y desciendo con El á sus j:ardines, al sitio de más fragancia, para coger azucenas y estarme en su compañía hasta que llegue la tarde y declinen las sombras. Pero cuando El se ausenta ó no responde á mis arrullos, entonces mi alma languidece, mi es- píritu desmaya, y la violencia del amor me hace ex- clamar: Cercadme de flores, y confortadme con man- zanas, porque desfallezco de amor.» ¿Qué tal el parrafillo de tu carta? ¿No digo yo que yiene muy seráfica y muy teresiana? Y no te vayas á creerque lo digo por burla, porque salta á la vista que no es así. Para que te convenzas de ello, quiero decirte que este modo >: mirar al alma religiosa es para mí muy grato; y lo aprendí de nuestra mística doctora Santa Teresa do Jesús, la cu:al dice en el ca- pítulo once de su vida: «Ha de hacer cuenta el que comienza, que comienza á hacer un huerto en tierra muy infructuosa y que lleya muy malas yerbas para que se deleite el Señor. Su Majestad arranca las ma-

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