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ora or VII El alma religiosa es el «huerto cerrado» de que habla la Escritura. Dilectus meus descendit ín hortus suum ad areola arómatum. Canyr. 6, 1.” Vino mi Amado á su huerto al sitio de las aromas... 4 CANT. 6, 1.” ÍA e A ds $ € ias Margarita: Tu carta de hoy viene a Y muy seráfica y muy teresiana, quiero decir, > que viene salpicada de gracias, llena de luz y ardiendo en amor divino por todas sus letras; tanto, que parece escrita con la pluma del Serafín de Asís, manejada por la mano de la gran Doctora carmeli- tana. Mucho me alegro de que te remontes tan alta en la esfera del amor divino, y de que los ángeles te A presten sus alas, y los santos -sus aspiraciones para ' subir á las maravillosas alturas donde ellos se en- cumbraron. Según veo, la parábola del jardín, que i en mi anterior te refería, te ha servido de meditación | durante un mes seguido, y te ha sido tan provechosa, i que ya eres otra, gracias á las bondades del celestial ] Jardinero. | «Me vi—dices—retratada en aquella alegoría; co- ! nocí que el jardín de mi alma estaba medio seco; me Wars o A PA

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