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38 na reprobación. Y no vayas á creer que sea esto in- vención mía; que no son sino quejas que lanza Dios contra nosotros en el salmo cincuenta y cuatro. Pro- curemos no merecerlas y pongamos fin á esta carta. dando entrada en nuestros corazones al amor y á la confianza y sacando de ella el fruto que al principio me propuse. ¿Estás por la misericordia de Dios libre de afectos terrenos, ¿Está tu corazón tan desasido de las criaturas que no tenga Jesucristo motivo plausi- ble para formular contra ti las justas quejas que lan- za contra otras? Pues, entonces, da gracias á Dios, y que te sirva lodicho de remedio preventivo contra cierta plaga infernal que invade aleunos conventos. Pero si está tu corazón aficionado ó apegado á criatura alguna de la tierra, ten entendido que esa afición y apego en una esposa de Cristo, si no es pecado, estí muy cerca de serlo. Es preciso, por lo tanto, rompe cuanto antes toda amistad que nos distraiga ó nos aparte de Dios; es menester purificar el corazón em- pañado con el aliento del mundo, y ofrecérselo de nuevo á Jesucristo que lo espera con los brazos abiertos. Y finalmente, que no tengas amistades con el siglo: que seas toda de Jesús, y queno tengas corazón más que para Jesús, es lo que desea tu afectí- simo Padre e ANA al TRA A A
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