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separarse uno de Dios: aversio d Deo le llamó Santo Ñ Tomás de Aquin« Y tú me preguntas con mu ha candidez, si esto amada huya de puede ser, si 0 posible que la ove, los ur del buen p astor; y no sólo es posi! ble, sino “acia harto frecuente. ( huanto amar- real, y por desg £gue esto al O orazón divino de Jesús y cuanto sea á ruestro modo deentender) el sentimiento que tama ña ng o: 3 causa, son cosas que yo quisiera ex- nresártelas con toda la viveza posible, porque basta- rian para enternecer corazones e pde dernidos; cuantd 1ásal tuvo, que de su natural es tierno y afectuoso. “qu soñando conoció dos de esto, lo conta- a después emocionada de la manera siguiente: En aquel misterioso sueño me pareció estar delante del divino Jesús, que rodeado de ángt les, me mirába on ojos lánguidos y amorosos: ¡Qué mirada aquella! ¡qué rostro el suyo! Los pinceles de Murillo jamás han pintado un rostro como aquel. Y volvió 4 mi- rarme, entreabrió sus labios y me dijo: Yo soy el buen Pastor... Señor, ya lo sé, iba yo á contestarle; pero me detuve, porque el sonido de sus palabras era tan mágico y o ía tal encanto á mi alma, que no pude propio Jesús continuó: Soy el buen P astor. . y un día vi al lobo enemi- go que sagazmente acometía y se llevaba arrastrando E uno de los corderos más hermosos de mi rebaño. Yo como le vi, salí tras él corriendo, para quitarle br inocente corder illo: y el lobo, al verse perse cuido, lo soltó en el suelo, pe ro tan maltratado, que daba com- pasión de verlo. La sangre roja manchaba su blanca lana, y apenas podía tenerse sobre sus piés. Yo com- padecido curé sus heridas con bálsamo oloroso,' lo cuidé con esmero y pronto convaleció. Estando ya sano, era de esperar que nunca se apartara de mi lado, queno volviera á los peligros de que lo libré, y hu- yera del lobo que lo había maltratado; mas, ¡ay! apa- reció un día la fiera cerca de la manada, y apenas lo
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