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34 abandonó á mí que soy su Dios y su ve An Due- ño, y se ha ido á' buscar sus ídolos entre las criatu- ras. ¡ Jh esposa mía! yo te traje aquí para tener con- tigo “mis de licias y regalos; y tú me has abandonado, por tener tus vanidades entre los hijos de los hom- bres. Y no me digasque no te has contaminado ce: los aires del mundo; porque yo sé quetú respiras esos aires corrompidos, y que amas las vanidades. ¡Terri- ble reconvención, Sor Margarita! ¿La mereces 4 ú por desgracia? Es de suponer que nó; pues aunque sé bien queimpe rfecciones y miserias humanas las tendremos siempre, no puedo persuadirme que tengas el atrevi- miento de abandonar al Criador por la criatura, con ofensa de nuestro Señor. Por otra parte sé también que Dios no ha formu- ladoen vano: estas quejas en la Sagrada Escritura, de donde yo las he tomado; lo cual pr ueba que siempre hay algún alma desnaturalizada, ingrata á sus bene- ficios. Y si actualmente no lo eres, podrías llegar á serlo, perdiendo el temor de-Dios. Por eso, conocien- do que el remedio que evita una enfermedad es mejor que la medicina que después la cura, voy á decirte hoy lo enojado y quejoso que está Jesucristocon las religiosas que tienen dividido el corazón entre El y el mundo. No me taches, pues, de rígido*por lo que voy á decirte, porquese dirige áevitar un mal futuro que podría venir fácilmente sobre tí, y sobre cual- quiera religiosa que mantenga amistades con el siglo. Ciáñdo una religiosa se olvida del fin para que Dios la trajo al claustro, y deja de producir frutos de santidad, y se aficiona al trato del mundo, y tiene mucho locutorio y muchas visitas, aunque no sean en las rejas; esta religiosa tarde Ó temprano acaba por dividir su corazón entre Dios y el mundo, cae en la tibieza, y con ella en pecados ó faltas habi- tuales que insensiblemente la apartan de Dios; por- que sabido es que el pecado no es otra cosa más que
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