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A U 4 4 70 puedo ostentar en mi mano la palma de la yictoria, si tú no mela das. Es necesario, pues, Jesús adorado, que esas dos preciosas joyas, las más hermosas de mi - Je me las traigas tú del cielo, que allí es donde se tejen esas coronas, y se crian aquellas hermosísimas palmas en los jardines celestiales. ¿Y tú, Año mío, cómo vendrás engalanado para celebrar las bodas con esta pobre alma? ¡Ay! ¡qué hermoso vendrás! ¡me parece verte! Tú van idrás en- vuelto en manto de eloria, para envolver en él á tu amada, y El eE en tu mano como Rey el cetro de eterna potestad. Tu rostro á manera de un sol, despedirá más rayos de luz que el astro del día en toda su plenitud; y, ¡ay Jesús mío! cuando nuestros ojos se encuentren por vez primera, después de ésta vida; cuando yo contemple sin velos ni misterios ' el rostro de mi Amado, ese hermoso rostro que yo he visto en sueños y que forma mis delicias y mis encantos, ¿qué sentiré? ¡Oh qué dicha! Pues ¿y tu acento, Rey mio? ¿Cómo será el eco de tu voz? ¿Será tan sonoro como el murmurar de una fuente cristalina? ¿Será tan armonioso como el canto del ruiseñor, cuando en la primavera trina qe el ciprés de mi convento al rayar la aurora? ¿Será tan dulce y suaye como el sonido de un arpa, OR en el cielo recorre sus cuerdas la mano de un ángel arrancando de ella melodiosos sonidos? ¡SíÍ..... algo así, y más, mucho más, porque la Naturaleza no tiene armonías comparables á tu divino acento. ¡Cie- los! decidme ¿á qué se asemeja el acento demi Amado? Cuando yo ¡Jesús del mi alma! ya espirante te vea envuelto en una nube de “gloria, y tus labios de rosa se abran y con acento inde finible” pronunc 1es el Sur- ge amica mea, columba mea, et veni. Veni de Libano sponsa mea dabo tibi coronam pro cínere... ¿qué haré yo entonces, vida mía? Libre del peso del cuerpo, me arrojaré á tus pies divinos, y tú, levantándome con amor, me acercarás á tu pecho, y posando tus
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