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69 como él y abatida como él. ¿Cuándo ¡Jesús «$b mi alma! voy á seguirte tan de cerca? ¿Para seguirte así, es necesario sufrir y padecer? Pues bien; yo sufriró amando, y amaré sufriendo. ¿Y había yo de querer ser tenida y estimada, cuan- do tú fuiste por mi amor hecho el oprobio de los hombres? ¿He de querer yo abundancia y comodida- des, cuando tú no tenías donde reclinar tu hermosi- sima cabeza? No ¡vida mía! no: un esposo rico tiene una esposa rica: un esposo pobre, tiene una esposa pobre; un Esposo crucificado, no puede tener más que esposas crucificadas: El no puede ofrecerles más que las comodidades de la cruz, pero también las de- licias de su amor; ¡amor que hace enloquecer! Lléva- me en pos de tí, ¡Amado mío! dándome á gustar las amarguras y dulzuras de la cruz, las penas y delicias de tu amor. ¿Cuándo ¡hermoso mío! me voy á ver despreciada, éinjuriada por tí y hecha el opr obio de todas? ¿Cuán- do aquellos seres que yo mas amo me van á despro- ciar? ¡Ay! entonces yo estrecharé tu cruoificada ima- gen con delir iosobre mi pecho, y vertiendo lágrimas que las criaturas hagan brotar de mis ojos (al fin como debil mujer) exclamaré: ¿No ves cómo me desprecian vida mía? Como á tí, lo mismo que á tí. ¿No ves cómo aquellas acciones mias hechas con la más recta inten- ción y sólo por agradarte, son mal interpretadas, y á los ojos de las criaturas parecen siniestras y tesi das? Como tú, lo mismo que tú ¡Jesús de mi vida! ¡Ay! que cerquita te sigo! me parece sentir sobre mis hom- bros algo que se parece á tu cruz: así... así quiero seguirte ¡Esposo adorado de mi alma! hasta que ven- gas por mí á una de estas celdas solitarias. ¿Pero no me falta nada, para presentarme bien ataviada ante tus divinos 0J0S, y partir contigo al cielo? ¿No me falta nada? Si; á mi frente le hace fal- ta una corona, y á mi mano una palma; pero ¡ay! yo no puedo ser coronada, si tú no me coronas: yo no

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