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65 desesperante de los sepulcros hace duo otro eco divi- no y consolador que parte del crucifijo colocado en el altar del Panteón, diciendo: «Yo soy camino y verdad, resurrección y vida. El que cree en mí, aunque haya muerto,vivirá, y si vive y cree, no morirá eternamente. Bendita fe! bendita esperanza! aadita Religión, y benditísimo esposo mío, que la dió al hombre y la enseñóel mundo! Terminado el oficio, hago allí mismo el viacrucis con la cruz sobre mis hombros, ó me pongo de inten- to á visitar los nichos, y á estudiar en ellos nuevas lecciones. En esta tumba, me digo, reposan las cenizas de aquella niña santa, que era llamada por todas Palomi- ta sin hiel, según refteren los manuscritos del conven- to. Antes de entrar en él se dedicaba á consolar los enfermos pobres de su pueblo, procurándoles junta- mente socorros para el cuerpo y auxilios para el alma. Un día cierto moribundo á quien socorría, alrado, porque le habló de confesión, levantó su mano sacrí- lega y dió tremenda bofetada á la Palomita sin hiel, que á duras penas pudo contener las lágrimas: Con la mejilla amoratada y los ojos llorosos, miró al cri- minal y le dijo: Hermano mío, y Señor mío: no uno, son dos los bofetones que merezco, por no haber sabido complacer á V., ni enseñarle á bendecir y amar á nuestro Padre Celestial! Y le porn la otra mejilla. El enfermo rompió en llanto;.... creyó y murió santamente. Ah Palomita sin hiel! Qué leccio- nes me das! Tú supiste con tu dulzura ganar almas para Dios y ahora gozarás la gloria de tus con- quistas. Esta losa guarda los restos mortales de la que fué en el mundo noble dama, y aquí humilde enfermera. Durante su noviciado murió el único hermano que tenía, y recayó sobre ella un título de Castillay un gran Mayorazgo, con pingiies rentas. Todo e dejó 5

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