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ta que le ha de poner, como yo t rabajaba en la sacris- tía cosiendo la ropa que sirve en los altares de mi Amor Sacramentado. No borda con tanto amor la joven prometida el primer regalo que ha de hacer 4 su esposo, como yo bordo, lavo, y coso los purifica dores y corporales, hallando en esta ocupación deli, cias inefables que la lengua no acierta á expresar. Por eso la sacristía es mi oficina predilecta. La primera vez que, después de tres años de cielo, me sacaron de ella, me eché á llorar como una niña á quien quitan su juguete más querido: como una es- posa que perdiera de repente al fiel compañero de su vida. ¡Oh cuánto lloré! Me vinieron á la memoria en tropel todas mis faltas, todas las negligencias en el desempeño de aquel oficio, y creí que mi Amado me alejaba de sí, por lo mal que le había servido; que me retiraba de su cámara en justo castigo de mis ingra- titudes. ¿Por qué me echas de aquí? (le decía: Por qué me apartas de tí? No me despidas, Amor mio! dé- jame aquí otro trienio y verás con que fidelidad te serviré! Es posible que me arrojes de tu lado? Bien merecido: lo: tengo; Pero. . 00... 000 end Nada, Dios mío, nada! no me quiero quejar! soy cul- pable y acepto el castigo: de tu'mano lo recibo todo. Otra vendrá á servirte en este lugar: y yo te serviré donde tú quieras, donde la obediencia me mande; allí procuraré serte más fiel que aquí, para que tú, de mi compadecido, me vuelvas aleún día cerca de tí. Lo harás, Jesús mío?..... y así me despedí de El, y de aquel sitio que no en balde he llamado tocador y tálamo de Jesús Sacramentado. Lo mismo hago en los demás sitios 6 empleos que me da la obediencia, y lo mismo sé que hacen mis hermanas y compañeras: pero yO hago esto de un modo especial en la sacristía, porque nó en vano es ella mi oficina predilecta. de E PA A E a e Pe. e a " CEC A A A O O A O ——

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