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XVII MI OFICINA PREDILECTA ú lo sabes cual es, Jesús mío, ¡tú sabes cual es mi oficina predile cta! y sabes también lo que me cuesta decirlo y revelar este secreto 0c :ulto en mi corazón, há ya muchos años. Oh santa obe- diencia! y qué dura eres esta vez conmigo; conmigo que tanto te quiero y tan fiel deseo serte. He sabido que en otros conventos, c uando se mu- dan los o fic los y 0C unpac 1ones de las reliviosas, suele haberturbacionesé inquietudes; en éste, grac las á Dios, no las he notado hasta la hora presente, por- que mi buena Maestra nos cr 16 con- indiferencia san- ta par: a todos los empleos, ofic 108 Sá OC upac 10nes en que quisiera ejercitarnos la obediencia. Aquí miramos en común á Dios como á Padre amantísimo, comoá rey celestial; y á nosotras mis- mas como hermanas, hij: 1S Y S1Orv: as deese Rey divino, á quien servir es reinar. Sabemos que á nuestro Dios, Padre y Rey, no se le sirve, sino cumpliendo su vo- luntad santísima, manifestada por la obediencia; que cumplir esa voluntad divina es ser reinas, y cumplir la nuestra, ser esclavas con la mas tiránica y vergon- zosa de las esclavitudes; y esa esclavitud la tenemos por cosa indigna de las hijas de tan gran Rey.

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