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DS y se eleye con el pensamiento al cielo. Vuela, pues, alma mía por esas regiones elevadas del espiritu, mientras mis ojos admiran la hermosura de ese cielo que parece sonreir sobre mi cabeza, y que ha sido criado para mí. ¡Qué hermosa es, Dios mío, la soledad para un co- razón que te ama! ¡Pero qué morada tan triste es la tierra E el alma que viye en e ll: 1como en un des- tierro! ¡Ay alma mía, ¿deseas tú ser una estrella sus- pendida en la bóveda del cielo? ¿Deseas girar como los planetas alrededor de su centro? Pero si tú lo tie- nes, si eres más afortunada que las estrellas! Jesús es el centro de las almas y el rey delos corazones. ¿No es verdad, Jesús mío? Si; tú eres rey de mi corazón, dueño de mi voluntad, objeto amorosísimo de mis pensamientos, centro de mis deseos y vida de la mía: Sí, mi Dios, tú me tienesc omo suspendid: 1, como le- vantada de la tierra; y he aquí por qué todo lo que se relaciona con ella, ni me alesra, ni me entristece, ni me turba ni me distrae: nada encuéntro en ella que pueda merecer un pequeño latido de mi corazón, y por eso, cuando fijo los ojos en ella, le envío una m1- rada despreciat Ly a Ó desdeñosa. Cuando trato con las criaturas y estas no me hablan de tí, huyo de ellas, Dios mío, porqué su lenguaje me obliga á exclamar: ¡Ay! no habladme de cosas de la tierra, porque ya no pertenezco ú ella. No, yo no vivo ya en ella porque tú me has levan- tado hasta tí, y....... más ¡loca de mí! ¿qué pienso? ¿qué divo? Mirando al cielo, mé olvido por completo de la tierra, hasta el punto de parecerme que no habito en ella. ¡Pobre alma mía, presa en la estrecha cárcel del cuerpo! Quieres vol: ar, quieres unirte ya intimamen- te con tu Dios: Verdad? Dios mío ¿y por qué no destru- yes tú el obstáculo que de tí me se para? ¿Le quedi 14 mi alma mucho tiempo que peregrinar en la tierra? Si así fuere, corred, días míos, volad, años; desapare- ced y llevadme presto al término de mi destierro!
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