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56 Amar... y después morir, ¡cuán dulce debe ser esto, Jesús de mi alma! Morir después de haberte amado mucho, muchísimo. durante la vida. Este corazón quesie ntes con tanta violencia palpitar junto al tuyo, tenía necesidad de amar désde su niñez, mas ¡ay! las cosas de la tierra dejaban siempre un vacío tan gran- de en él!... yo tenía necesidad de amar, pero de amar algo grande, algo superior á las criaturas; y ese amor tan grande lo he venido á encontrar en tí, Pas- tor amorosísimo de mi alma. Sí, yo te amaré con todas las fuerzas de mi pobre corazón, con tal que tú hagas de tus brazos amorosí- simas cadenas que me impidan apartarme de tí ni un solo punto, todo el tiempo que á tí te: plazca tenerme en este destierro que se llama vida. Con estas cadenas estoy presa: ¡pero qué prisión tan deliciosa es tu corazón, vida “mía! ¡qué cadenas tan suavísimas son tus brazos! ¡qué cielo tan delicioso tiene esta cárcel mía! pues cuando alzo los ojos, me encuentro con el azul purísimo de los tuyos. Yo quiero vivir en tus brazos, Jesús mío: mi corazón no palpitará más por cosa alguna de la tierra: mis ojos no tendrán para ella más que una mirira a de despre- cio y mis labios una sonrisa de desdé Tú solo, Jesús mio, tú solo rey de mi eorazón, tú solo objeto de mis amores. ¿Quién,gloria mía, quién tendrá poder para arrancarme de aquí de tus amo- rosísimos brazos? ¿Quién osará apartarme un punto de tí? Ruja el averno, levántense contra mi las cria- turas, que nada conseguirán. Conque, penas, ¡venid! ¡yo os desafío! ¡oprobios, desprecios, afrentas! ¡venid en horrible tropel! que tódo me será muy dulce y sabroso en los brazos de mi pastor. .
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