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XV EN BRAZOS DE MI PASTOR Els ere pastor eres tú, Jesús de mi vida, por que, IS ¿quién como tú reune en sí las cu: dWidades de 7 Pastor amante? ¡Oh qué bien te cuadra este nombre! ¡qué dichosas son las ovejitas de tu redil! ¡qué afortunadas las almas que descansan á tu som- bra, ó sestean en tus brazos! La mía no sé que siente, cuando se considera en ellos, y te mira como á su Pastor divino. ¡Heme en tus brazos, amorosísimo Pastor de mi alma! ¿Conoces á esta ovejita en otro tiempo estravia- da? Sí, Jesús mío! yo soy la ingrata que te hizo sufrir con su loco desvarío; pero aquí me tienes ya, enamo- rada y dispuesta á cerrarte aquella herida que abrí en tu amante pecho, y traspasó tu corazón! ¡Yo la abrí! ¡yo la cerraré con mis caricias, con mis besos, y con mis lágrimas! Mas... ¿qué digo? tu amor me enloquece, me he ace delirar. ¿Cerrarla?... ¡No, Jesús de mis amores, no! ensancharla más y más; porque si la cierro, ¿dónde voy entonces á aplacar la sed que de tí tengo, la ardiente sed que me devora? Tengo sed... mucha sed... sed ys tí... de tu amor... y sólo las aguas que manan de tu pecho, pue den rofr iserarme; deja, pues, que ad mis secos labios á la herida de tu costado, y beba en ella las delicias de tu amor. A e A

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