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53 contigo? ¿no te pertenece mi ser? ¿no soy toda tuya? Sí ¡Jesús! tuya soy, y tuyo mi corazón! * ; Este corazón tú lo criaste para amar, para adorar, para idolatrar; pero no las vanidades de la vida, no las riquezas de la tierra, no á criatura alguna, sino á Tí mismo que le diste sér; y por eso, tuyos son ya todos sús latidos, tuyas todas las horas de mi existencia. De noche antes de entregarme al reposo, mi último pensamiento es para tí; y al reclinar mi cabeza sobre la dura tabla que de da me sirve, la última palabra que pronuncian mis labios es para tí; y mi sueño es también tuyo; yal desperts 11, tuyo es también mi pensamiento, tuyo el primer suspiro de mi alma. Y á semejanza de la lámpara que arde delante de tu sagrario, cuyo último destello de vida es un débil rayo que envía hacia el altar, así el últi- mo latido de mi corazón, el último soplo de mi vida, quiero que sea un ¡te amo! que, atravesando el espacio, vaya á tener su eco en tu Divino pecho allá en el cielo. ¿Y qué quieres que te diga más, vida mía? ¿Qué más quieres que te diga para probarte la firmeza de mi amor? ¿Quiéres que te dé una queja? Pues bien, dime: ¿¿Por qué. eres desdeñoso conmigo? ¿Por qué eres para mi un amante tan oculto, un Dios tan es- condido? Yo, prisionera por tu amor, me acerco con frecuencia á las rejas que dan á tu sagrario, y en ellas postrada lloro; allí te cuento mis amores, allí te confío mis penas, y tú.... siempre en silencio, siempre oculto, siempre escondido, siempre entre velos. ¿Por qué lo haces así, luz de mis ojos? ¿Por qué te ocultas tanto de mí? ¡Ay! este muro de carne tiene la culpa; este cuerpo mío es quien te esconde á las miradas de mi alma. ¿Cuándo lo vas á destruir? Mientras yo viva en él..... darte gusto en todo, sacrificarlo todo por tí, y procurar no ofenderte en nada, será mi ocupación a la tierra. Así cumpliré á la letra la palabra que te dí en el siglo aquella vez A
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