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52 Amado de mi corazón! Y peleando yo así por tí, que eres mi lios, Dios de los ejércitos, poderoso en las batallas ¿quién duda que saldré vencedora? ¿Pero me vas á abandonar? ¿te vas á ausentar de mí, bien mío? ¿me vas á dejar sola? ¿qué hará la nada sin tí? ¡No te vayas! ¡no me dejes! ¡no te ausentes de mí ni un solo instante, ¡Amado mío! Y si te vas ¿tus ausencias serán muy largas? ¿Serán para mí muchas las noches sin estrellas? ¡Será posible que estés tú. Amado mío, mucho tiempo ausente de un corazón que por tí solo palpita? ¡Ay! entonces yo te buscaré, yo te llamaré, yo suspiraré y lloraré por tí, cual la tortolilla errante en la selva, que va de encina, en encina, buscando con dulcísimos arrullos á su amante compañero. Pero, Jesús, vida mía, y Esposo mío; no puedo creer que estés mucho tiempo ausente de un alma que por tí pena, que sin tí no víve, ¿verdad que esto no es posible? Tus ausencias serán cortas, como las del sol oculto tras ligera nube en día de verano: y..... aunque sean largas, cuando tú vuelvas, me encontrarás más enamorada, más rendida, más deseosa: de tí y más amante por tu larga ausencia. Entonces yo, loca de amor y alegría por tu vuelta, te cogeré dulcemente de la mano y te llevaré al jardín de mi alma, á tu huerto cerrado, y me sentaré á re- posar contigo y á darte amorosas quejas por tu ausencia, ausencia que me harás olvidar bien pronto, llenando mi corazón de alegría. Y yo en recompen- sa te diré una y mil veces que te amo con todas las depre de mi pobre corazón; que soy tuya, sólo tuya, y que sólo para tí vivo: porque eres mi esposo, mi único amor. ¡Oh amor mío y Esposo mio! ¡Cuán dulce es esta palabra á mi paladar! ¡Cuán orgullosa estoy de tener un Esposo tan divino! ¡Esposo..... Al- gunas veces esta palabra la pronuncio con temor, y otras no me atrevo, no sé por qué, á llamarte así. ¿Por qué es esto, vida mía? ¿No se ha desposado mi alma

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