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50 turados, Señor, los que moran en tu casa: ellos te ala- barán por los siglos de los siglos. Muramos para la tierra y viviremos para el cielo. En la entrada del refectorio dice: No de sólo pan vive el hombre. Si no dejas los placeres, ellos te dejarán á tí. A Jesús en su sed horrible le dieron hiel y vi- nagre. En los alrededores del coro hay expresiones de los salmos: Te alabaré en presencia de los ángeles. Cantad salmos al Señor. Tú rompiste mis cadenas; y yo te ofreceré sacrl- ficio de alabanza. Cantaré eternamente las misericordias de Dios. Cada puerta y cada tránsito tiene su sentencia, á cual más hermosa y consoladora; tanto, que en mo- mentos de tristeza me básta traer á la memoria una de esas bellas inscripciones para sentir nacer en mi corazón raudales de ternura, de fortaleza, de júbilo ó de cualquier otro afecto que necesite el alma para poner en equilibrio sus nobles facultades. ¿No he de estar contenta con mi soledad? ¿No ha de ser ella mi cielo en la tierra? ¡Oh dichosa soledad! ¡Oh sola felicidad!
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