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Gac 45 espanto, al oir contar los estragos de la peste ó del terremoto. ¡Pobre de mí! ahora veo que el furor del hombre impío, que la ira de la fiera humana, que el veneno de la serpiente masónica es más terrible y destructor que todos los elementos juntos. ¡Hombres degradados! ¿acaso os crió Dios para ser incendarios y asesinos, calumniadores y esclavos de Satanás? ¿Cómo caben en vuestros corazones proyectos tan cri- minales? Acabo de leer en una Revista piadosa que en las instrucciones secretas dadas por un representante de Luzbel á sus sectarios, hay un artículo que dice así: «Todos los hh.-. mass.*. deben calumniar al clero, combatir á las Ordenes religiosas y trabajar con ahinco por la expulsión de las monjas y des- trucción de sus conventos.» ¡Desdichados! ¿También á nosotras? ¿Qué mal he- mos hecho nunca para que así nos aborrezcáis? ¿No pedimos todos los días al cielo bendiciónes para la tierra? ¿No ofrecemos todos los días nuestras oraciones y nuestras lágrimas por el bien de la humanidad? Pues ¿por qué nos perseguís y queréis sacarnos del santuario y profanar nuestra morada? ¡Ingratos! con maldiciones pagáis nuestras bendicio- nes, con maleficios nuestros beneficios, con aborreci- miento nuestros favores y con odio irreconciliable el amor que os tenemos. ¿Y para esto se acuerdan de nosotras los masones? Mas valdría que nos sepultaran en el profundo del olvido. ¿Por.ventura se acabaron las mujeres en la tierra? ¿Se lia perdido ya en el mundo el respeto á la honestidad y el miramiento á las virgenes, esposas del Cordero? Pues entonces ¿por qué quieren violar nuestra clausura y destruir nuestro retiro? ¡Desyenturados! ¿no sabéis que quien profana nues- tros umbrales tiene sobre sí la maldición de Dios y los rayos de su eterna justicia? ¡Huid, insensatos, y no provoquéis la ira del Eterno! DOE LORA ANGREDA, DAN A A Í ' Ñ j i Ñ vn .
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