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28 que se contenta con lo que tiene andado; y se conten- ta con lo que tiene andado, desde que no aspira á ser mejor; y no aspira á ser mejor, desde que piensa que le basta ser bueno; y entonces deja de ser bueno, pre- cisamente pórque comienza á no querer ser mejor. Y no se me diga que el religioso que se contenta con ser bueno no hace mal ninguno, porque harto mal hace quien no hace lo que debe, y no hace lo que debe, si se contenta con estar parado, cuando Dios le trajo á la religión para caminar. Posui vos ut eatis. Aquí se ha de tener presente que todo esto se com- prendeen el primer designio de Dios,al hacernos reli- giosos, y que el segundo es más alto y abraza más; porque nose contenta ya Dios con que procuremos nuestro aprovechamiento, sino que de hecho quiere que demos frutos de santidad. Así lo dice El mismo: «0s puse (como arbolitos en este huerto cerrado) para que déis frutos de virtud:> ut fructum afferatis. Y nosotros, Sor Margarita, ¿los hemos dado? ¡Ay, qué confusión! Que un árbol plantado en desiertos areno- sos sea esteril ó parezca marchito y agostado, se com- prende; que un árbol plantado en buena tierra, pero falta de cultivo, no dé frutos sazonados y sabrosos, se explica fácilmente; pero que un árbol plantado en fertilísimo terreno, y regado continuamente con el rocio del cielo; que un alma plantada en el jardín ameno de la Religión, cultivada con esmero por el Padre Celestial, y regada de continuo con las ben- diciones de la gracia, no dé flores de virtud y frutos de suntidad, esto es incomprensible, esto es inexpli- cable. Bien merece el anatema que fulminó Jesucristo contra la higuera infructuosa del Evangelio. ¡Cór- tala! ¿Para qué ha de ocupar la tierra inútilmente? En la parábola de esta higuera he visto siempre la invagen del alma religiosa que no da frutos de santi- ficación. «Hubo un hombre, decía. el Salvador, que plantó una higuera en su viña, terreno fértil y abundoso.

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