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41 llenos de lodo que impedían la vista de sus divinos ojos, y quitándome el velo, limpio su rostro lleno de sudor, de sangre y salivas. Entonces levanta hacia mí sus ojos, habla á mi alma, y en deliciosa conversa- ción me paso con El la noche. En prima, tercia, sexta y nona, sigo meditando por el mismo estilo los pasos de su pasión dolorosa, hasta llegar á Completas, hora en que lo dejo en el sepulcro y allí me quedo con El, diciéndole á mi alma: ¿Quiéres reinar con Jesús? sufre y padece en la tierra como Jesús; ama como Jesús; perdona como Jesús y gozarás con El por toda la Eternidad. Obediencia Santa; estás contenta? Quiéres que diga más? No me dejo llevar de tí como la pluma del vien- to? Pues dame gusto esta vez, y no me hagas decir las consideraciones con que acompaño el rezo de las ho- as matutinas y vespertinas. Bastante he dicho! Fiat, fiat! O ATACA

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