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37 silencio ai soledad de la noche, cuando los mortales te abandonan... ¡Emula tuya soy! ¡lámpara humilde! ¡yo envidio tu dichoso destino! ¡yo quiero que mi vida se consuma, como se consume la tuya, ante la soberana presencia de mi Dios! Sí; yo quiero que mi vida se consuma de amor constante, como la tuya: tú le acom- pañarás con tus misteriosos resplandores, y yo de rodillas con mi ser entero, ardiendo ante el Sagrario, sin eclipses, cual tú, luciendo siempre. Pero ¿qué mágico poder es el que aquí me detiene? ¿qué poderoso imán tienen estas rejas, desde donde te contemplo, oh Jesús mio? Al hacer ademán de sepa- rarme de tí, parece que brota de ese Sagrario una voz dulcísima y melódica que repite á mi oido. ¿Ya te vas? ¿tan presto me dejas? Yo dejarte, vida mía, cuando he hecho mi habitación en ese estrecho, pero delicioso recinto, donde tú moras? Destruye tú ahora, Jesús mío, destruye esta cárcel en que mi alma está prisionera: líbrame ya de este cuerpo que tantas veces me rinde y me avasalla á pesar mío; y así mi alma se unirá más estrechamente contigo! ¿No lo quieres destruir? Pues..... Adios, Jesús de mi alma! que no puedo detenerme más: El deber me obliga á separarme de ti, y ence- rrarme en la celda. Adios, vida mia!... pero... ¡ay! un momento no más! Desde allí, bien mío, te enviaré mi último suspiro, que en alas de mi amor vendrá á per- derse al pie de tu copón, donde mi alma vela, ama y adora, mientras yo reposo. Adios.... Ego dormio, sed cor meum vigilat. PP EJE PTC CITA da UI A A «e eN 3
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